Se acerca una montaña, me han dicho que tardé demasiado en llegar a ella. Así que ineludiblemente viene hacia mí.
Había abandonado mis ganas de batallar el ¿por qué pelear? y el ¿por qué levantarme todos los días?
Las ganas de sobrevivir en esta urbe que todo lo exige y clasifica, me hastié de pensar en el futuro, en la plata y en el orgullo familiar. Lo único que importa es que la montaña que se acerca no me elimine definitivamente del mapa.
Planeé gran parte de mi adolescencia en cómo cruzar las pendientes, qué riesgos y beneficios traería. En estos momentos interesa solamente si es que la montaña me soportará.
Mi vida la imaginé de otro modo, mi vida no surgiría a la fuerza, mis fuerzas surgirían de otro modo. Supuestamente crecería tan alto como el monte que se me aproxima, inevitablemente al no hacer nada sabía que esto sucedería.
Se acerca la montaña y yo estoy en medio de un valle. Puedo ver quebradas y ríos, pero me es imposible beber agua de allí, saciar mi sed sería darme un lujo insensato.
- “No eres más que un pobre risco.”
- “Soy un risco joven. Pequeño y sin trabajo que recuerde.”
- “Pensé que serías más grande, mi interior decía algo distinto. Pero es verdad, me dejé engañar, en el fondo sabía que eras así.”
- “He llegado solamente, pero tú ya me conoces.”
- “Algo sé, no creo que sea necesario conocerte del todo.”
- “Sientes que me conoces pero percibes que cada gesto mío es nuevo y revelador. No me mostraré por completo, algo habrá que dejar a la imaginación. ”
- “Vamos, tu vocación no espera. El mundo real está listo y debe saber que ya me has visto.”
Fue cuando agarré mi mochila y planté mi primera pisada de inexperto alpinista en la montaña de mi esencia, mi vocación nacía allí mismo... a los pies del risco.