Casi por casualidad, me fui enterando de la historia de una muerte causada por quienes decían amar pero, evidentemente, nunca supieron cómo hacerlo.
Optó por envenenarse y entregarse a la desesperación, en su lecho de muerte tenía un papel en la boca que decía: “no supe fluir sin ti”
Su paradero se esfumaba en demasiadas versiones. Había poca gente que apoyaba su alejamiento, porque en realidad todos desdeñaban el hecho.
De todas formas no había duda alguna de que el padre estaba dolido con sus hijos y que se encontraba en algún sitio, solitario, intentando sanar sus heridas por cuenta propia.
Los mismos hijos -declarados culpables- aparecieron luego por toda la prensa fotografiados, sosteniendo el órgano que el alma del hombre decidió revelar.
Y fue ahí que comprendí: del barro venimos y hacia el barro vamos. Pero, ¿y si no hay más barro dónde ir?