Me puse en contacto con mi abuelo desde que falleció. Es el único contacto sobrenatural que tengo. Su compañía le ha dado un sentido distinto a mi labor de artesano.


Hago collares y la mayoría los regalo. Son a pedido. La elaboración depende de las veces en que la persona en cuestión haya sufrido.


El dato me lo entrega mi abuelo. Supuestamente cuenta los llantos desesperados de las almas que desean unos de estos adornos. Aún debe especializarse en los sufrimientos reprimidos que no se expresan, yo le digo que finalmente esos se deben notar, no sé por las arrugas, las canas, etc.

El sentido que tienen los collares es tratar de juzgar a la gente con justicia. Se cree que es para subestimarlos más de la cuenta, pero algo habrá que hacer por la quimera de la igualdad humana.







Poema a Me



Strange Herny
you were there
when i was lonely
just right there.


Weird Herny
be nicely
wake up
so dreamer you are.


How lonely
the only and truly
who cares
about this mess.


Hey Herny
you´re there
you´re tricky
beware.


Dear Herny
don´t waste your time
if a dreamer you are
let us ask you why ?


Razón no hay
you are mine
let me show you my son
let the art leave us blind !






El Atisbo


De a poco me fui enterando de la historia de un sujeto cuya vida sucumbió a causa de personas que lo querían. Decían haberlo olido, sentido, percibido y tocado, sin embargo nunca nadie llegó a conocerlo por completo.

Fueron sus hijos desamparados los que reclamaron por él antes que falleciera. Se buscaba: “Hombre mayor desaparecido. Familia destrozada”. La esposa en cuestión no logró resistir su ausencia. A lo largo de la crisis se cobijó en la amistad de la histeria y las cavilaciones, acompañada por un tartamudeo que se acrecentaba cada día más y que le impedía comunicarse a cabalidad. Optó por envenenarse y entregarse a la desesperación, en su lecho de muerte había un papel que decía: “me dejaste abandonada, no supe fluir sin ti”.

Existían demasiadas versiones acerca del lugar donde el hombre se hallaba realmente. Se murmuraba que paseaba a un perro en las cercanías de la ciudad, aseguraban que nunca habían visto a un hombre que cuidara tanto a un animal. Había gente que lo apoyaba en la decisión de olvidar a su familia, otros desdeñaban el hecho. De todas formas no había duda alguna de que el padre estaba dolido con sus hijos y que se encontraba en algún sitio, solitario, intentando sanar sus heridas por cuenta propia.

Pasaron años hasta que nos enteramos del suicidio de un hombre que dejó un trozo de su cuerpo en una caja negra, en el interior había también una carta que decía algo así:

“…me fui desmembrando lentamente hijos míos, mis dedos no los sentía tan ágiles como antaño, mis pies eran pisoteados y maltratados cada día más fuerte, mis muñecas se encontraban atadas a las cadenas del cinismo y el egoísmo, mis piernas comenzaron a ser usadas en labores triviales, mi espíritu fue usado y malgastado, mi estómago los comenzó a repudiar, mis brazos y mi boca lucharon lo más que pudieron en entregarles indicios que les manifestaran la grave situación en la que me encontraba. Atisbos que no lograron vislumbrar a conciencia, los ignoraron e hicieron inútiles esfuerzos en traerme de vuelta…”

Los apesadumbrados hijos del matrimonio aparecieron luego por toda la prensa en una fotografía sosteniendo la caja en donde alojaba lo que había sido mutilado. El órgano que el alma del hombre decidió revelar al mundo entero. Allí estaba el paraíso, la seguridad, la vida y la prueba de nuestra extinción.

De todas formas en la caja no había más que un puñado de tierra. Un puñado sobrecogedor de algo que no olvidaremos nunca, el último resto de tierra de nuestro hogar.

El planeta que conocíamos como nuestro se había marchado debido a la profunda depresión que le habíamos causado y yo viví para contarlo. Viví para tocar tierra, para plantar árboles y acariciar pasto. Para oler flores y comer frutas. Para saciar mi sed con su amante el agua. Para nadar en su cause y refrescar mi existencia. Trascendí para enseñarles el relato de un matrimonio que los abandonó, y sepan de antemano que dolió su partida.

Dicen que la carta finalizaba con un “…ahora estoy en compañía de su madre y ya tenemos otro proyecto de vida en mente. Saludos.”






“Me duele el cuello” le dijo.

“No he dormido con la almohada indicada” dijo

Con furia dijo “te he dicho que me molesta dormir en cualquier cama”

Con ira le dijeron “entonces divorciémonos”

La próxima vez que me case le consultaré mejor a mi almohada dije.