Casi por casualidad, me fui enterando de la historia de una muerte causada por quienes decían amar pero, evidentemente, nunca supieron cómo hacerlo.




Fueron sus hijos desamparados quienes reclamaron antes de su deceso.



Su más fiel compañera y amante no logró resistir su ausencia.



Optó por envenenarse y entregarse a la desesperación, en su lecho de muerte tenía un papel en la boca que decía: “no supe fluir sin ti”


Su paradero se esfumaba en demasiadas versiones. Había poca gente que apoyaba su alejamiento, porque en realidad todos desdeñaban el hecho.


De todas formas no había duda alguna de que el padre estaba dolido con sus hijos y que se encontraba en algún sitio, solitario, intentando sanar sus heridas por cuenta propia.



Pasaron años hasta que nos enteramos de su muerte...



...ante nuestros ojos se encontraba la evidencia para que pueda ser vista por el mundo entero. Allí, yacía la prueba del paraíso y de la gestionada extinción



Los mismos hijos -declarados culpables- aparecieron luego por toda la prensa fotografiados, sosteniendo el órgano que el alma del hombre decidió revelar.




Y fue ahí que comprendí: del barro venimos y hacia el barro vamos. Pero, ¿y si no hay más barro dónde ir?









Adaptación de "El Atisbo" mío y el de Ale Denning.